miércoles, 9 de septiembre de 2015

Nota a la segunda serie

¿Qué ocurre cuando llevamos a cabo un ejercicio de manipulación sobre algún poema que no es de nuestra autoría? ¿Lo arruinamos o lo enriquecemos? ¿Lo destruimos o hablamos de una versión distinta a la que podríamos añadir nuestro nombre? ¿Qué pasa si en lugar de pensar en el poema como un objeto acabado pensamos en él como una potencia, como un terreno por explorar? 
El año pasado invité a varios poetas a participar en un proyecto de modificación de textos poéticos, de nombre Poemas Tuneados. Dicho proyecto surgió a raíz de una serie de inquietudes e indagaciones en torno a la figura del poema en nuestros días y a su relación con procesos como la actualización y la apropiación (inquietudes compartidas, desde luego, con muchísimos autores que exploran en zonas afines por su cuenta o en proyectos grupales distintos). Al comienzo el ejercicio sugería ser un mero “retoque” o “mejora” sobre los textos de otros autores, lo suficiente para suspenderlos en un estado de indeterminación en el que la autoría estuviera en duda, sin embargo, las búsquedas particulares de cada uno de los poetas invitados poco a poco lo dinamizaron y expandieron sus límites.
En ese entonces escribí que un poema tuneado se trataba de “un poema que al menos de inicio ‘era de alguien más’, y al cual se le realizaron modificaciones y alteraciones: adjetivos cambiados, versos añadidos, estrofas suprimidas", etc.
Hoy, luego de la asimilación de diversas impurezas puedo decir que los poemas tuneados son —además de todo lo antes mencionado— mutaciones, atomizaciones, regurgitación, trampas, terrorismo y una lista indefinida de juegos y experimentos aún por añadirse.
Agradezco a todos y a cada uno de los autores que se han prestado al juego y, también, a los que están por unirse.
Sean bienvenidos a la segunda serie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario