miércoles, 9 de septiembre de 2015

12. Blanca Varela + Rosario Loperena


AUVERS-SUR-OISE (ORIGINAL)

Nadie te va a abrir la puerta. Sigue golpeando.
Insiste.
Al otro lado se oye música. No. Es la campanilla del teléfono.
Te equivocas.
Es un ruido de máquinas, un jadeo eléctrico, chirridos, latigazos.
No. Es música.
No. Alguien llora muy despacio.
No. Es un alarido agudo, una enorme, altísima lengua que lame el cielo pálido y vacío.
No. Es un incendio.

Todas las riquezas, todas las miserias, todos los hombres,
todas las cosas desaparecen en esa melodía ardiente.
Tú estás solo, al otro lado.
No te quieren dejar entrar.
Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil.
Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante.
Con tus ojillos mortales dale la vuelta a la manzana, mide con tu vientre turbio y caliente su inexpugnable redondez.
Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la muerte y de la vida.
No puedes entrar.
Dicen.

*

Tal vez en primavera.
Deja que pase esta sucia estación de hollín y lágrimas hipócritas.
Hazte fuerte. Guarda miga sobre miga. Haz una fortaleza de toda la corrupción y el dolor.
Llegado el tiempo tendrás alas y un rabo fuerte de toro o de elefante para liquidar todas las dudas, todas las moscas, todas las desgracias.
Baja del árbol.
Mírate en el agua. Aprende a odiarte como a ti mismo.
Eres tú. Rudo, pelado, primero en cuatro patas, luego en dos, después en ninguna.
Arrástrate hasta el muro, escucha la música entre las piedrecitas.
Llámalas siglos, huesos, cebollas.
Da lo mismo.
Las palabras, los nombres, no tienen importancia.
Escucha la música. Sólo la música.

*

A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se mete bajo tierra rumbo al infierno o la estrella de chatarra que te lleva frente a otro muro lleno de espejos y de gestos, endiablados gestos sin dueño y tú tras ellos, solo, feliz propietario de una boca escarlata que muge.
Pega el oído a la tierra que insiste en levantarse y respirar.
Acaríciala como si fuera carne, piel humana capaz de conmoverte, capaz de rechazarte.
Acepta la espera que no siempre hay lugar en el caos.
Acepta la puerta cerrada, el muro cada vez más alto, el saltito, la imagen que te saca la lengua.
No te trepes sobre los hombros de los fantasmas que es ridículo caerse de trasero with music in your soul.

*

Porque ya no eres un ángel
sino un hombre solo
sobre dos pies cansados
sobre esta tierra que gira
y es terriblemente
joven todas las mañanas.

Porque sólo tú sabes que hay música,
jadeos, incendios, máquinas que escupen
verdades y mentiras a los cuatro vientos,
vientos que te empujan al otro lado,
a tu hueco en el vacío, a la informe felicidad
del ojo ciego, del oído sordo, de la muda lengua,
del muñón angélico.

Porque tú gusano, ave, simio, viajero,
lo único que no sabes es morir ni creer en la muerte,
ni aceptar que eres tú mismo tu vientre turbio y caliente,
tu lengua colorada, tus lágrimas y esa música loca
que se escapa de tu oreja desgarrada.


AUVERS-SUR-OISE (TUNEADO)

Alguien abrirá la puerta. No golpees más.
Detente.
Al otro lado no se oye nadie. No. Suenan motores.
Te equivocas.
Es música de máquina, llanto de electrodos, jadeo de metal sobre los mármoles.
No. No es nada.
No. Estás llorando muy despacio.
No. Es un alfilerazo que traspasa la pupila, las cúpulas más altas,
una lengua que lame la mente en vuelo pálido y vacío.
No. No es nada.
Todas las riquezas, las sopranos, la miseria de los hombres, los aullidos
arden en una melodía que perfora la cabeza.
Tú no estás solo de este lado.
Te quieren hacer entrar.
Prepara tu cuerpo para el salto.
Es inútil.
Sé la palomilla hambrienta, aleteando persistente.
Con tus alas de mortal dale vuelta al párpado, al oído,

mide con tu vientre tibio la distancia para huir.

Tú palomilla, palolengua, palociega, dueña de nada y de la nada.
Te van a hacer entrar.
Vienen.

Tal vez cuando sea otoño
cuando pase la estación de rabia,de bilis y lamentos.
Apártate. Despójate del polvo. Escala los adarves, y míralo de frente, mírate.
Llegado el tiempo mudarás de alas y de rabo

y serás el toro o el caballo que derriban

y podrás devorar todas las moscas, devorar lo que te punza.
Colúmpiate en el árbol.
Sumérgete en el agua. Aprende a odiarte más que a nadie.
Eres tú. Hueso pelado, cuadrúpedo, el erguido, cenizas bajo tierra.
Arrástrate hacia lo lejano. No escuches el habla de las piedras.
Nómbralas: esplendor, tuétano, rábanos.
Resuenan.
Las palabras, las piedras, sus bocas indican otras rutas.
Escucha tu música. Sólo tu música.

Eres tú el tren que silbando emerge de la tierra hacia lo blanco,
hacia el astro de chatarra que te lleva frente a otros
rostros desdoblados en el diablo gestos sin rostro y tú tras ellos,
solo, desnudo, dueño de una lengua de escarlata que tropieza.
Pega el oído a la nube que insiste en moverse y desaparecer.
Acaríciala como si fuera carne,
piel de bestia, pelaje de los seres que conmueven,
capaces de ensoñarte,
capaces de adormecer el miedo.

Acepta la blanda espera de lo que no vendrá.

Acepta cómo llaman a la puerta,
la aspereza de sus golpes,
la manera en la que ríen y se relamen
cuando sueñas.

Sobre el lomo de fantasmas
ni ascender ni evaporarse
No. You don't have a gun
ni la ridícula música del alma.


Porque nunca fuiste un ángel
Sino un animal terrible que cae
Sobre sus huesos
Sobre esta tierra que envejece al giro
y simula nacer cada mañana.


Porque sólo tú sabes que tu música incendiaria

de máquina llorona que escupe tentativas,
coordenadas a los vientos,
vientos que arrastran a lo blanco
a los huecos en el cuerpo,
a la insomne alegría de los ojos,
a los tímpanos cerrados,
entre las mandíbulas rumiantes,
en el muñón imaginario.

Porque tú palomilla, simio, criatura de pantano, tú, solitario,
lo que no sabes es caer ni confiar en el desplome
ni aceptar que eres tú mismo tu vientre vulnerable tu lengua destajada, la saliva

y esa música sorda que escurre de tu oreja mutilada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario